"En Pos del Fuego Primordial"

Justicia e Impunidad

martes, 7 de julio de 2009

Hoy debí cuidar en el examen del Cepunt. Mientras los jóvenes mostraban sus documentos vitales sin mancha y se acomodaban para competir decentemente, yo me preguntaba si a la hora de dar examen para forjarse una profesión, serían capaces de preguntarse por el país en el que tendrían que ejercer en la línea de la decencia que todo servicio social supone.

Entonces recordé aquello que César San Martín dijo hace no mucho: "Como los cargos objeto de imputación están probados, más allá de toda duda razonable, la sentencia es condenatoria". Luego de valorar las pruebas actuadas en el proceso Fujimori se pronunció respecto de la imputación por las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta. Claro, esos no son los únicos casos en su contra; pero son los que, siendo merituados como parte del proceso de su extradición, sirvieron de pauta de reflexión.

A otros mandatarios les podrían haber sido imputados sendos casos, como los que esperan por el actual Presidente en el caso Cayara. Otros gobernantes, en cambio, murieron antes de ser alcanzados por el dolor de los sobrevivientes y la ley, y han pasado como padres de la democracia. Podríamos hacer una larga lista de estos y sus crímenes; pero eso será otro día.

Este contraste, sin embargo, ilustra el peso del Poder Ejecutivo sobre la pobre catadura del Poder Judicial, en los recientes casos de Tula Benites y Petrotech, o Bagua y Abencia Meza, u otros que duermen la espera de las víctimas sin vindicación alguna. En este país de pistoleros, con permiso o sin él, no importa de qué lado se actúe: hoy se empieza en el terrorismo de izquierda y mañana se termina en el terrorismo de Estado, con enjuagues de listerine, agua bendita, agua de rosas y agua de cananga.

Aquí todos matan: unos matan, en nombre del oro, las especies vivas de ríos y lagunas, de costa, sierra y selva; otros matan los mares azules o los mares grisáceos de la esperanza popular, eternamente postergada. Algunos matan con permiso bajo órdenes ajenas y otros por propia iniciativa, unos por fines presuntamente altruistas o históricos y otros por motivaciones más viscerales. Todos matan en la televisión, en la realidad y en la fantasía, pero a nadie le pasa nada, excepto cuando se trata de excepciones. Excúsenme la redundancia de eso que abunda y apesta.

¿Podrá el asunto de las garantías ciudadanas servir de pretexto o de pantalla para que León Alegría, Quimper y Del Castillo salgan limpios de polvo y paja sin que se actúen las pruebas que inexplicablemente después de meses no se quiere actuar? ¿Podrán García, Cabanillas y Simon, en el caso Bagua, escabullirse entre las sombras palaciegas o las de los bosques que ocultan los cuerpos sepultados bajo toneladas de tierra y acuerdos vergonzantes? ¿Tendremos como consuelo de tómbola el grosero caso de Alicia y Abencia paca aplacar nuestros deseos de justicia?

Si exquisiteces formales hubieran servido de pretexto en el caso Fujimori, de nada habría servido el conjunto de las pruebas indiciarias que configuraron en bloque prueba plena del horror. No es bueno para la República ni para la Juventud aprender que los pistoleros triunfan impunes sobre sus víctimas de sangre o de estafa. Acaba de concluir la prueba. Todos entregan sus respuestas. Pero el país aún no la tiene.

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