"En Pos del Fuego Primordial"

De porcinos y patriotas

martes, 28 de julio de 2009

Antes de que la AH1N1 o gripe porcina llegara y se instalara desnaturalizando nuestras relaciones personales (aislándonos a los unos de los otros, reticulando y paralizando nuestras actividades) otras gripes peregrinas, como la aviar, ya nos habían amenazado e incluso mordido como la fiera tos de perro.

Días antes de que se suspendieran las clases y las actividades en espacios educativos y públicos, en la recta de un nuevo 28 de julio, me atreví a escribir en la pizarra acrílica: “El Perú es grande”. Yo pensaba en lo de Basadre, en lo de Heraud, en lo de Olaya; pero mis alumnos sonrieron. Hubiera preferido morir.

Ilustrar tiene sus bemoles, vicisitudes y fracasos, pero si esas actitudes se transforman, ante nuestro desconcierto, en convicciones, disposiciones y determinaciones conscientes, entonces el Perú dejaría de ser, no sólo un objeto estético o una tarea política, sino incluso una construcción y una posibilidad histórica.
Al hecho infeliz de que los vecinos nos arrebataron desde siempre, nos arrebatan y pretenden arrebatarnos ahora, desde fuera y desde dentro, territorios, recursos y destino, está el no menos doloroso de constatar que los gobernantes lo subastan al mejor postor, abierta o clandestinamente, diestra y siniestramente.

Si el Perú dejara de ser el mayor de los motivos para quedarse, para empeñar la vida en el proyecto, y abrazar gustos la muerte antes de declinar ante sus enemigos tiránicos, ‘democráticos’ o totalitarios, habríamos sucumbido al individualismo que nos venden los viejos y los nuevos liberales, con la modernidad fantasmal.
Es cierto que las marquesinas de los grandes centros comerciales son espacios de socialización, de encuentro y de esparcimiento; pero también lo es el hecho innegable de que las relaciones que nos vinculan los unos a los otros en el mercado dejan de ser las culturales comunitarias y comunicativas para ser las del casino y el consumo.

El Perú va dejando de ser el paisaje rural o urbano donde la diversidad multilingüe y multinacional de los productores directos se arremolina regateando en ferias populares o en paraditas barriales para aportar los frutos de la tierra, ante la cual es posible recordar quienes somos y podemos ser si tuviéramos los medios para decidir el asunto entre peruanos.

Nadie puede negar el tamaño de las inversiones y la cuantía que corre diariamente en mercancías, pero nadie puede olvidar que el capital no tiene bandera y tiene vocación cosmoplita aunque hable de productos ‘bandera’, y aunque las patentes fueran peruanas. Igual no podemos negar el carácter impersonal del juego neo mercantil.

Estupefacto, salí lentamente en un instante de mis largas meditaciones peruanas, y con el entrecejo arrugado les pregunté el por qué de la sonrisa cínica. Ellos, extrañados, mirándose entre sí, me espetaron que era de impotencia. Que debía aceptar que el Perú ya no era ancho y que era más ajeno que nunca, vendido ‘a chicha precio’.
Indignados, todos coincidimos que de este doloroso plato comen escandalosa y viciosamente juntos: perro, paloma, pericote y chancho. O era gato? ¿Qué importan las tradiciones si han sidos traicionados San Martín y San Martín? Perdónennos la nostalgia del viejo imperio ante la arrogancia del nuevo Imperio global.

PPK en problemas!... y en la UNT

jueves, 23 de julio de 2009

El Flautista de Hamelín

lunes, 20 de julio de 2009

Vino sin mucho bombo, pero su hablar era engolado como el de un presidenciable. Todo vestido de azul embajador exponía sus primeros conceptos lentamente para disimular el acento yanqui.

Recto hasta la exageración daba la impresión de que se había tragado una flauta traversa tamaño familiar. Trataba de encantar a un auditorio estudiantil con su pose cosmopolita y su sentido del humor extraño.

Parapetado detrás del podio oficial en el Teatrín Copérnico de la Ciudad Universitaria, era, sin saberlo, el invitado propiciatorio para caer en la emboscada que le tendieron los promocionables de la Facultad de Economía que tenían planeado hacerle padrino.

Venido de todas partes, de Cambridge, del Banco Mundial, del JP Morgan, del Ministerio de Economía y de la ONG con la que quiere "civilizarnos" ofreciéndonos nuestra agua con iniciativa privada, Kuczynski nos miraba con pose autosuficiente.

Nos vino a decir que los próximos 25 años serían los años de oro del Perú porque el buenazo de Malthus ayudó a Fujimori a bajar la tasa de natalidad permitiendo que las mujeres se integren de lleno al ejército laboral de los desocupados de la modernización.

También serían buenos, dijo, porque habiendo engordado bastante la caja fiscal había llegado la hora de romper el chanchito y gastar en servicios, en medio de la peor depresión financiera, industrial y comercial del mundo.

A sabiendas de que el mercado se ha achicado en un 40% en todo el mundo y de que cualquier forma de recuperación no será industrial, pues nadie va a usar liquidez para invertir en un mercado más chico, dijo que este era el tiempo de las oportunidades, a sabiendas de que lo posible no es lo necesario.

Visto que la tasa de retorno de capital ha disminuido drásticamente, se puso bamba y aconsejó que, no obstante la inflación y la devaluación de las monedas es enorme, no queda sino salvar a todos los bancos a costa de las Bancas Estatales y combatir la inflación con mayor impresión de moneda, para que la gente compre aunque luego no pueda pagar el tamaño de sus deudas y los bancos a quiénes rematar sus bienes.

Aquello no es otra cosa que combatir la inflación con más inflación y combatir la recesión con la liquidación de los pocos capitales sin pasivos impagables. Esta receta sería como el Santo Sanctorum de los Neoclásicos de la Economía y de la Teoría de las Supercuerdas: estimular a las empresas privadas con fondos públicos gastando en servicios e infraestructura como agua, electricidad, puertos, aeropuertos y caminos, como si éstos crearan por sí solos recuperación sin inversiones.
Por eso, casi al final, desplumado y apaleado por las preguntas del auditorio, se sacó una carta bajo la manga para anunciar desde Trujillo, que necesitaba jóvenes economistas, de ambos sexos, para encuestar alcaldes menores por los 2,000 distritos del país, recogiendo tres proyectos por cada uno, hasta completar su gran Programa: PERÚ 5000. Proyectos con los que se entornilla a la juventud universitaria y desempleada tras la aventura de su postulación presidencial.

Ser o no ser

lunes, 13 de julio de 2009

Cuando William Shakespeare, el gran literato inglés, acuñó la locución que ha hecho famoso al "Rey Lear" y lo ha inmortalizado a él mismo, no pudo imaginar para cuán diversas clases de cosas y casos serviría andando el tiempo.

La expresión fue parte de las deliberaciones de un príncipe indeciso, quien encarnando el poder político no se decidía a acometer el desafío de regular y gobernar la existencia de su nación cuando era incapaz de hacer lo propio con su propia vida, atenazado como estaba por sentimientos contradictorios respecto de su padre, el Rey muerto.

La supuesta similitud entre las fuerzas de la tradición y la del destino riñen con la libertad (individual y colectiva) como ejercicio capaz de abrir posibilidades y desenlaces distintos en el devenir de la historia y de nuestras biografías.

El mismo carácter tendría para los ciudadanos, en una circunscripción territorial y política, el peso y la gravedad compulsiva de la ley, de la que -hipotéticamente- ningún individuo podría escapar, incluso el Rey, primer obligado a cumplirla y hacerla cumplir.

Es evidente que cada contexto cultural modifica, más o menos, la impronta universal e inapelable de la ley sobre los gobernados y sobre los gobernantes. Todos entendemos sin sorprendernos, pero no por eso con menos indignación, que Perú no es Inglaterra y que, quien hace las veces de Rey, no se parece en nada a Juan Sin Tierra, al mítico Rey Arturo o al dramático Rey Lear.

Entre nosotros, como los gobernantes le hacen ascos a ley, poblándola intencionalmente de vacíos o sumergiéndola en laberintos indescifrables o puenteándola con toda clase de tinterilladas, ocurren casos de ripley, como que los docentes de las universidades públicas hayan esperado 25 años para que empiece a ejecutarse el mandato de homologarlos con el haber básico de sus homólogos del poder judicial, o de que el Poder Ejecutivo presente una acción de inconstitucionalidad contra la resolución del Tribunal de Garantías Constitucionales para no terminar de cumplir con el 30% faltante, que nos birlan desde hace dos años más.
Este drama político marginal, al más puro estilo bravucón y abusivo, es igual que robarle el monedero a un jubilado en la ventanilla del Banco de la Nación -los catedráticos así lo sentimos-. Después de ver a Alan García, jefe supremo del consejo de ministros, pasar piola, respecto del asesinato de un número indeterminado de los ciudadanos "de no primera categoría, amazónicos o serranos, que él dice presidir, y de ver a Rómulo León pasar por debajo de la vigilia ciudadana, aprovechando los escándalos chicha, uno tiene la sensación de que la ley no pesa, que las palabras se las lleva el viento y de que quienes nos gobiernan no tienen sangre en la cara.

¿Será que no habrá otra forma de obligar al Estado, al gobierno y al régimen a cumplir la ley más que blandiendo la amenaza de una futura huelga docente? Ser o no ser, he ahí el dilema.

Justicia e Impunidad

martes, 7 de julio de 2009

Hoy debí cuidar en el examen del Cepunt. Mientras los jóvenes mostraban sus documentos vitales sin mancha y se acomodaban para competir decentemente, yo me preguntaba si a la hora de dar examen para forjarse una profesión, serían capaces de preguntarse por el país en el que tendrían que ejercer en la línea de la decencia que todo servicio social supone.

Entonces recordé aquello que César San Martín dijo hace no mucho: "Como los cargos objeto de imputación están probados, más allá de toda duda razonable, la sentencia es condenatoria". Luego de valorar las pruebas actuadas en el proceso Fujimori se pronunció respecto de la imputación por las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta. Claro, esos no son los únicos casos en su contra; pero son los que, siendo merituados como parte del proceso de su extradición, sirvieron de pauta de reflexión.

A otros mandatarios les podrían haber sido imputados sendos casos, como los que esperan por el actual Presidente en el caso Cayara. Otros gobernantes, en cambio, murieron antes de ser alcanzados por el dolor de los sobrevivientes y la ley, y han pasado como padres de la democracia. Podríamos hacer una larga lista de estos y sus crímenes; pero eso será otro día.

Este contraste, sin embargo, ilustra el peso del Poder Ejecutivo sobre la pobre catadura del Poder Judicial, en los recientes casos de Tula Benites y Petrotech, o Bagua y Abencia Meza, u otros que duermen la espera de las víctimas sin vindicación alguna. En este país de pistoleros, con permiso o sin él, no importa de qué lado se actúe: hoy se empieza en el terrorismo de izquierda y mañana se termina en el terrorismo de Estado, con enjuagues de listerine, agua bendita, agua de rosas y agua de cananga.

Aquí todos matan: unos matan, en nombre del oro, las especies vivas de ríos y lagunas, de costa, sierra y selva; otros matan los mares azules o los mares grisáceos de la esperanza popular, eternamente postergada. Algunos matan con permiso bajo órdenes ajenas y otros por propia iniciativa, unos por fines presuntamente altruistas o históricos y otros por motivaciones más viscerales. Todos matan en la televisión, en la realidad y en la fantasía, pero a nadie le pasa nada, excepto cuando se trata de excepciones. Excúsenme la redundancia de eso que abunda y apesta.

¿Podrá el asunto de las garantías ciudadanas servir de pretexto o de pantalla para que León Alegría, Quimper y Del Castillo salgan limpios de polvo y paja sin que se actúen las pruebas que inexplicablemente después de meses no se quiere actuar? ¿Podrán García, Cabanillas y Simon, en el caso Bagua, escabullirse entre las sombras palaciegas o las de los bosques que ocultan los cuerpos sepultados bajo toneladas de tierra y acuerdos vergonzantes? ¿Tendremos como consuelo de tómbola el grosero caso de Alicia y Abencia paca aplacar nuestros deseos de justicia?

Si exquisiteces formales hubieran servido de pretexto en el caso Fujimori, de nada habría servido el conjunto de las pruebas indiciarias que configuraron en bloque prueba plena del horror. No es bueno para la República ni para la Juventud aprender que los pistoleros triunfan impunes sobre sus víctimas de sangre o de estafa. Acaba de concluir la prueba. Todos entregan sus respuestas. Pero el país aún no la tiene.