"En Pos del Fuego Primordial"

La Muerte y la Pena

lunes, 18 de septiembre de 2006


Los tres problemas de la existencia son: durabilidad, direccionalidad y discrecionalidad, o tiempo, sentido y decisión.

Toda durabilidad –dependiendo del contenido existencial del tiempo físico, anímico o mnemónico- es una liberación cuando acaba oportunamente y una condena cuando no alcanza a conjugarse con el deseo.

Toda direccionalidad –dependiendo del juego vivencial entre los horizontes en pugna, y los que nos damos- es la incertidumbre de una búsqueda sin garantías, la provisionalidad de una hipótesis que se concreta cuando se desvanece, la imposibilidad de un argumento de interpretación intransferible.

Toda discrecionalidad –dependiendo de los criterios que usemos, de la sensatez que mostremos y de la autonomía que ejerzamos- es el riesgo solitario que corremos acicateados por la urgencia, y el error eventualmente consecuente.

Todo lo que comienza, termina; lo que parece, perece; lo que aparece, desaparece; lo que se enciende se apaga, lo concebido se aborta.

Todo lo que llega a ser –lo que quiera que llegue a ser- deja de ser, porque todo pasa, todo cambia, todo muere.Todo muta, muda, demuda y enmudece. Todo pasar de un estado a otro es morir a y nacer de. Todo pasar es morir a un estado y nacer a otro. Nacer es morir, morir es nacer. Es con frecuencia una pérdida para ganar un impulso a otra forma.

Morir es una eventualidad inevitable aunque hayamos aprendido a manejarla artificialmente, a retardarla eficientemente y a administrarla sofisticadamente con toda suerte de parafernalias, o a dotarla de sentidos presuntamente cósmicos o telúricos, rituales o religiosos, espirituales o históricos, políticos o heroicos, éticos y/o estéticos.

La muerte es cesación, cesión y concesión de algo, por algo, a alguien o a algo. Es un regreso a un regazo primordial, una vuelta a una forma precedente. A veces, también es un rezago de algo que queda de otro ser o de un ser de otra manera.

Cuando nuestra existencia depende de otros es una verdadera pena, pues, pese a ser nuestra, puede no serlo. Por ello, se puede estar muerto sin advertirlo o advertirlo sin estarlo o advertir que se estaba vivo precisamente cuando ya es demasiado tarde.

La muerte es indefectiblemente una pena, pero no lo es tanto si consideramos que hemos pasado por ella desde siempre, víctimas y victimarios, inocentes o culpables, acusados o contumaces. Si el que va a ella no vivió algo que pueda llamarse así, independientemente del valor que le asignen él o los demás, puede ser una alegría cuando muere la pena de vivirla, sin vivirla de verdad.

...en el nueve del nueve del seis

domingo, 10 de septiembre de 2006

Porque la vida es presencia, a pesar de las ausencias,
hemos hallado un lugar donde no cabe la muerte
en ninguna de sus formas.

Porque la vida es encuentro, a pesar de las distancias,
hemos construido un lugar
entre tu corazón y el mío.

Porque la vida es camino, a pesar del cansancio,
hemos descubierto que es un paso
que aproxima los extremos.

Porque la vida es regalo, a pesar del egoismo.
No hay ni tuyo ni mío sino un todo
abierto y compartido.

Porque la vida es entrega, a pesar del olvido,
aceptamos que es servicio
sin condición y sin firma.

Porque hemos venido a recrearnos, a pesar de todo y de nosotros mismos.

En el amor no hay ni mucho ni poco, sino un todo y sin medida.
En el amor no hay ni pronto ni tarde, sino el presente constante.
En el amor no hay sombras, sino la luz de la confianza sin motivo.

Y porque tú eres azul y yo apenas amarillo...
No podré brillar sino sólo en tu inmensidad,
cosidos como estamos a la misma estrella.

Y porque el amor es un sí,
desde siempre,
No me iré ...aunque pareciera que sí.

Los versos que conducen a la nada

miércoles, 6 de septiembre de 2006

Hace poco me remitieron un verso Vinayana del que debo ocuparme porque dice así :"pese a que la mucha inteligencia y educación que tenemos no nos llevarán a la inmortalidad ni nos darán el conocimiento de nuestro Ser Verdadero ni nos librarán de nuestra maldad, debemos buscar el conocimiento que nos hará inmortales".

Cuál es el sentido de instarnos a buscar, “a pesar de todo”, “el conocimiento que lleva al ser verdadero, a la inmortalidad y a la bondad”, si ninguno de los medios humanos sirve a tal fin ? ¿ Cuál es el ‘Ser Verdadero’? ¿El que ES, el que ERA, el que HABRÁ de SER; el que habría sido, el que debería ser...lo que sea que llegue a ser? Acaso no sea sino la agonía del antagonismo en que navegan la materia inerte, la animada o la consciente, en la acción insuficiente de colmar la medida ilimitada del deseo? Acaso la mente que imagina y toma conciencia de lo imposible sólo para inventar los medios que la voluntad condenada necesita para encontrarle algún sentido a la inevitabilidad e irreversibilidad del tiempo y de la muerte? Acaso el alma, cáliz en que la dimensión humana se acrisola y se abre al espíritu que nos damos históricamente? Acaso el vacío o la nada ?

Sostener que los medios para alcanzar el conocimiento de ‘Nuestro Ser Verdadero’ -si tal cosa existiera y fuera posible conocerlo- ni son la inteligencia, ni la educación ni el conocimiento del mundo, equivale a que el único conocimiento verdadero es el de los animales o el que no existe o el que conduce fuera del mundo. Si por ningún medio natural o adquirido, en ninguna parte y tiempo, podremos acceder al conocimiento que da la inmortalidad, entonces ningún hombre -en cuanto hombre- podrá jamás dar fe de ello, sin que medien los muertos, los dioses o los mediums.

Y ya que -desde fuera- el hombre es incapaz de conocer lo que ignora, los dioses o los que escribieron el texto en sánscrito vendrán –desde dentro- a contárnoslo sin propósito o utilidad aparente y sin merecimiento alguno. Y dado que mostrarle los colores a un ciego de nacimiento es inútil, a no ser que alguna vez los haya visto (en cuyo caso no sería verdad que no haya modo de conocer lo que se dice ignorar) entonces también será inútil que los dioses o sus enviados nos hablen de lo que ignoramos, pues no es posible sino conocer lo que se conoce ya. Si fuera posible conocer lo que no se conoce, entonces la verdad vendría de fuera, comunicada por el lenguaje, ambigua función humana, capaz de crear lo imposible, el tiempo eterno de la divinidad y el tiempo imposible de la inmortalidad.


Si existen personas necias, también, las que no lo son. Si las necias nunca se librarán de ello, tampoco las prudentes. Extraña noción la del vicio y la virtud que no nacen de la acción sino del destino o del ‘saber insuflados’. Mediación divina inútil porque nos conduce al "nunca" o al “siempre” donde nunca viviremos, pues el único modo de concebir algo como eterno ...es que exista sin comienzo ni final, sin tiempo; al contrario, el único modo de concebir la inmortalidad es en el tiempo sin final, en el que lo nacido vive para siempre -en un tiempo que no acaba- lo que sea que fuere la vida o su contenido. Sólo las existencias que pudieran escapar al tiempo alcanzarían el Ser Verdadero -el que no tiene conciencia de sí, el que habla por los que no la tienen, o el que la abandona por que la tiene- verdadero en cuanto que no es sino evidencia de sí mismo. Cualquier otra forma de existencia supone explicar la aparición o la desaparición de las cosas en el tiempo del puro pasar, que es conocimiento de lo efímero y testimonio de la caducidad. La idea contraria, la de un presente que se sostiene por sí mismo en el mismo punto, es la idea de la divinidad : el todo en las partes, la eternidad de la juventud, la conciencia sin juicio.

Por eso, los dioses o sólo son buenos o no lo son, sin posibilidad de transformación; circunstancia lamentable replicada por aquellos hombres sin posibilidad de remisión, redención o liberación, precisamente lo contrario de lo que afirman las tradiciones religiosas : que todos los suplicios terminan, todos los vicios se vencen por la virtud consciente en el tiempo . Si los dioses no fueran ni buenos ni malos sino sólo dioses, lo mismo se diría de nosotros.

Y si los dioses tuvieran la facultad de transmutarse en ambos sentidos, porqué habríamos de suponernos sin la misma posibilidad, siendo hechura del Dios que hizo a todos los dioses y por ende a nosotros ?Sólo de las cosas eternas -si existieran como dicen en un tiempo sin tiempo y si pudiéramos concebirlo y conocerlas- puede decirse que ni aparecen ni desaparecen, es decir que simplemente son sin venir de y sin devenir en; pero como nadie ha estado allí que sea humano o que haya hablado con los dioses de cosas que ignoran para siempre, nadie puede dar fe de nada aunque lo afirmen, pues es inútil cualquier cháchara que pretenda demostrar lo indemostrable por los medios humanos. El único camino es el silencio, pues sólo en él cabe la verdad total.

Si la única verdad fuera nuestro 'paso', entonces es inútil -dado que nos iremos ineluctablemente del mismo modo que llegamos, ignorándolo todo- que pretendamos conocer lo imposible y justificar lo inútil. Si no es posible por nosotros mismos reconocerla en nuestro interior -y resulta que conocer las cosas del mundo es inútil para quedarnos- entonces... no sólo lo que se conoce es inútil para tal fin sino que el propio conocimiento lo es, a no ser el que no tiene finalidad alguna. No queda duda que al hombre lo que le es propio es su puro estado de inutilidad, de nadedad, de vacuidad, que es estar deliberadamente vacío de toda afirmación ociosa, de toda esperanza inútil, de toda apetencia torturante, de todo propósito dudoso.