"En Pos del Fuego Primordial"

Una perra cualquiera...

domingo, 23 de julio de 2006

¿Qué nos moverá a recordarnos como si reconociéramos estar hechos de lo mismo, del mismo modo o para lo mismo ? ¿ Qué nos ayudará a olvidar el doloroso aprendizaje que tuvimos el uno del otro ? ¿ Olvidaremos la presencia ? ¿ Memorizaremos la ausencia ?
Detesto cualquier forma de esplín, nada a medias es justo, aunque Aristóteles diga lo contrario. Prefiero el dolor intenso o la alegría hasta el llanto. A la mitad de todo siempre está el aburrimiento, única razón para morir antes de llegar a la mitad de cualquier cosa.
Por eso, la soledad no es el sol de la edad que pretende. El que no nos abandone nunca sólo demuestra que es una perra que espera a nuestros pies el momento para echársenos encima y lamérnoslo todo con su baba pegajosa. A veces he pensado que es ella la que, para adueñarse de nosotros, espanta con sus olores a los que nos quisieron. Puede uno patearla pero regresa justo para alardear de qué modo es más astuta que su dueño. Aunque tarde en volver, como cuando replegada o escondida espía a las visitas, uno siempre tiene la seguridad que descargará su agresividad contra el mundo, que mostrará los dientes o rezongará para hacerse notar. Cuando ella está cerca me cuesta encontrarme, le encanta matar ilusiones. Cuando no las hay disfruta mordisquear alguno que otro recuerdo sólo para recordar que no queda nada ya. Alguna vez he creído verla en las arrugas de la camisa o en las que me descubro en el espejo. Sospecho que empiezo a parecerme a ella, vieja, flaca y fregada.

Cuando habla inglés me incómoda tanto como cuando me rodea con sus cabriolas, pero cuando habla español es tan insoportable como yo. Me ha declarado su amor varias veces, pero no he podido complacerla, pues demanda en la idea o en la carne más de lo que tengo para darle : el tiempo que pretende, la vida...

Siempre preferiré el silencio a la soledad, al menos éste es una ave de canto universal; puedo dejarlo volar y regresará discretamente. Sin delatar su presencia canta aunque no le oigan. Cuando no podemos parar las voces de afuera y de adentro se pierde entre el follaje de los días. La depresión viene cuando no podemos escucharle cantar en medio del ruido. Ay, si pudiéramos escucharlo en los intersticios de los sonidos y de las palabras, como lo logramos en la música ...viviríamos en beatitud, sonriendo levemente como un Buda o riendo a carcajadas de la nada como Artaud en el manicomio.
Cuando le leo mi poesía le busca el contrapunto perfecto. No se cansa ni pretende interpretarlo todo. Calla, renuncia a la razón, siente, se deja inundar por mis metáforas, se juega el lenguaje por unos cuantos compases. A pesar de que es casi como un fantasma es el señor del divertimento y la evocación.
El verdadero pensamiento es el jardín de las delicias, el de los frutos inclasificables, el de los monstruos imposibles.

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