
De las relaciones entre las cosas de la naturaleza emerge un organismo universal autosuficiente, un sistema evolutivo unificado dotado de Alma Universal. Transformar la naturaleza desde sus leyes es un compromiso ecológico. Hurgar en sus entrañas en pos de la clave escondida nos pone al borde de la ciencia positiva. Ir por debajo del orden establecido sirve para descubrir que es preciso volver a la unidad con ella. El universo, la naturaleza dentro de él, se nos presenta -ahora- como un sistema de elementos simples interconectados en relaciones complejas, causa de todo y de sí mismas. En su inteligencia, a partir de fenómenos contradictorios y caóticos, elabora principios vivos que reproducen, recrean y reciclan información para recomenzar. La independencia universal nos dice que en este orden no hay demonio que cause los males del mundo aunque a veces nos topemos con algunos.
Si se le deja libre, cada ser vivo desarrolla en pos de un fin que descubre en el camino. Su "forma" no se explica a partir de fines impuestos, sino a partir de aquellos que naciendo de fuerzas internas interactúan entre sí, ininterrumpidamente y a saltos, de lo infinitamente pequeño a lo infinitamente grande. El mito de Hércules reproduce esa lógica aplicada al hombre que se hace héroe cuando rompe las ataduras que se lo impiden. Doce fue el número alegórico de sus trabajos para trascenderse: matar al León y cortarle la cabeza a Hidra, su hermana, equivale a liquidar la soberbia impenetrable y vengativa del gobernante. Entregar la Cierva de las patas de bronce y cazar al Jabalí de Erimanto semeja a juzgar al cobarde que aterroriza al bosque. Limpiar el establo del Rey significaría, hoy, limpiar el Congreso, la Casa de Pizarro y el Palacio de Justicia. Robarle la mamadera a los intocables y hurtarle las manzanas a los privilegiados es finiquitar al Cancerbero que las defiende. Purificados, como él, por la Madre Tierra volveremos de infierno a cielo, saliendo de Estado a Nación.

No hemos entendido aún que la condición primera para participar en la vida pública consiste en domar nuestras pasiones privadas, disipar la oscuridad de la mente, purificarse en el servicio y encadenar los prejuicios de la razón de Estado. De los deseos básicos a la lucha por propiedad, poder y honor, hemos venido, finalmente, al conocimiento, para descubrir de dónde vienen nuestras raíces y saber la respuesta a la vida si ella es alguna clase de pregunta.
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